jueves, 2 de julio de 2009

Después de Londres, Nueva York. Campillo sí, quiero se proyectó en el New Fest, y el periodista Carlos Fresneda escribió la siguiente crónica:

DE CAMPILLO A NUEVA YORK


CARLOS FRESNEDA desde Nueva York
9 de junio de 2009.- Lo "impensable" en Nueva York es una apacible y bucólica realidad en Campillo de Ranas. Mientras Barack Obama se resiste a reconocer a los homosexuales el derecho a contraer matrimonio, Francisco Maroto (hijo de andaluza y californiano) sigue oficiando como si tal cosa las bodas gays en un pueblo perdido de la provincia de Guadalajara.
El mundo al revés: los cincuenta habitantes de Campillo de Ranas, impartiendo lecciones de modernidad y tolerancia a la gran metrópoli...
"Campillo, sí quiero" da título al documental que se ha traído hasta el NewFest Andrés Rubio y que ha causado sensación en Manhattan, donde los gays traman aún la enésima travesía del puente de Brooklyn para reclamar sus derechos. Con la complicidad de Walt Whitman, la animación de Vritis y la música de Joseba Elola, Rubio ha tejido un retrato entre lo social y lo poético, a medio camino entre "La España de los Botejara" y José Luis Guerín.
Las sabias reflexiones del alcalde Maroto, el "Yes I do" de don Raymond y don José Luis y las palabras de Trini Herranz –"¡Allá cada cual!"- desde el colmado de Majaelrayo resuenan aún en la misma sala donde también se proyectó 'One summer in New Paltz', el documental de Nancy Nicol sobre la batalla infructuosa de otro joven y valiente alcalde, Jason West, que se atrevió a casar homosexuales en un pueblo de Nueva York.
Una distancia casi sideral separa a New Paltz de Campillo de Ranas. La España profunda y despoblada de los tejados de pizarra se aproxima mucho más a la utopía que el eterno suburbio a la americana donde la fronda no deja ver el cielo. "Campillo, yes I do" (en la versión con subtítulos) es una afirmación del "vive y deja vivir", y también una invitación permanente a descubrir la felicidad de la tierra, sin distinciones de edad, orientación sexual o querencia política.
La película de Andrés Rubio (con la fotografía de Dani Galindo, el montaje de Daniel Ramo y el sonido de José Manuel Chillarón) tiene la rara virtud de transplantar al espectador al lugar y aceptar lo que ve, respira y oye con total normalidad.
"La principal batalla de la comunidad gay es la visibilidad", dijo Rubio ante la audiencia del NewFest, y van ya treinta festivales con éste. "Campillo, sí quiero" debutó en el Festival de Cine Internacional de Reykjavik y obtuvo el premio del público en el Festival LGTB de Madrid. El jueves sabremos si se marcha con premio de Nueva York, donde ha servido ya para calentar la movida humana y política.